Por estas fechas se vuelve a poner de moda el libro de Joel Waldfogel, Scroogenomics, cuyo título podría traducirse como la economía de Scrooge.
Por lo que he leído acerca de él, su idea es que más vale seguir el ejemplo de Scrooge, el personaje del Cuento de Navidad de Charles Dickens, que no soportaba que la gente gastara tanto en festejos y regalos en Nochebuena.
Que conste que lo he visto en reseñas (porque soy tan tacaño que no he comprado ese libro). Según Waldfogel, tú escoges un regalo de 100 y quien lo recibe lo aprecia, cuando mucho en 80. Hay un desperdicio de 20% del precio cuando se regala.
La conclusión fácil: Regalar dinero o tarjetas de regalo de las tiendas. NO, no lo hagas. Y aquí te van tres reflexiones.
1. Regalar dinero. Sólo si es un acuerdo en la familia. Otro autor, Dan Ariely, dice que en cuestiones de dinero vivimos en dos mundos, el del mercado, en el que el dinero sirve para dar la medida de todas las cosas, y el de las normas sociales, en el que no se puede pagar con dinero el intercambio. Por ejemplo, si tu suegra te invita a cenar, tú no le preguntas en la sobremesa cuánto le debes por todo el esfuerzo y el dinero invertido en tan ricas viandas. En general, regalar dinero no está padre.
2. Regalar tarjetas de las tiendas. Gran regalo… para el director de finanzas de la tienda, que recibe el dinero sin haber dado una mercancía a cambio y que podría ganar más si la tarjeta se pierde o no es cambiada por la totalidad. Yo voto por que no sea éste el regalo.
3. Los regalos son una muestra de que pusiste atención durante el año. Que sabes en qué andan tus amigos, qué les gusta jugar a tus niños, qué podría sorprenderlos gratamente. Si no tienes ni idea, ni te afanes en encontrarles algo.